por Héctor Decándido
“La razón es la propiedad mejor repartida entre los hombres, pues ninguno reclama más cantidad de ella, porque todos creen tener la suficiente.”
René Descartes – El discurso del método
“Quien manda en el mar, manda en el comercio del mundo, manda en las riquezas del mundo y, consecuentemente, en el mundo mismo.”
Sir Walter Raleigh (marino inglés) – 1618
No me detendré aquí a desarrollar lo acontecido en Malvinas en 1833, cuando Gran Bretaña se apoderó de las islas. Más bien buscaré argumentar que ese acontecimiento no fue un hecho aislado y/o casual llevado a cabo por una nación cualquiera sino que, por el contrario, fue parte de un proyecto colonialista e imperialista cuyo origen se remonta varios años atrás y que, en nuestro caso, no ha concluido. Para ello, contextualizaré la historia de las islas en un relato que remitirá también a otros episodios que contribuirán a comprender esta lógica de dominación entre las naciones.
Comienzo el relato citando a Paul Groussac, cuyo libro, “Las Islas Malvinas”, he utilizado para elaborar este informe y el que recomiendo personalmente, por considerarlo fuente de consulta imprescindible para quien quiera ampliar sus conocimiento sobre este tema.
El comodoro Anson fue enviado por Gran Bretaña en 1740 al Mar del Sur “…volviendo más tarde sobre los peligros y desventuras de su viaje, establecía la necesidad de encontrar un fondeadero bien provisto en las islas Falkland, para los navíos que se proponían doblar el cabo de Hornos…” Teniendo en cuenta estas indicaciones, e interesados en ellas, durante 1748 en Inglaterra se confeccionó un plan para apoderarse de las Islas pero, enterada España, reclamó por sus derechos soberanos. El plan fue abandonado porque todos los recursos y esfuerzos de aquella potencia estaban, en ese momento, concentrados en el conflicto contra Francia por los territorios de la India y Canadá, además de otros que se desatarían en Europa contra otras naciones.
En la segunda mitad del S. XVIII, impulsada por la Revolución Industrial, comenzó una nueva etapa, mucho más agresiva, de expansión europea. La decadencia de Portugal y España como potencias coloniales coincidió con el afianzamiento de la supremacía inglesa en el mundo, esta última, disputada por su vecina y rival Francia, que tenía idénticas aspiraciones. La naciente industria europea necesitaba, para un rápido desarrollo, nuevos mercados donde colocar sus productos manufacturados, y nuevos proveedores de materias
primas y de alimentos a bajo precio. La urgencia era expandir su control sobre nuevos territorios que pudieran cumplir esas dos condiciones. La estrategia de Inglaterra para lograrlo fue navegar hacia zonas remotas y someter militarmente a la población de esos territorios bajo su dominio colonial y/o invadir y apropiarse de las colonias que ya poseían otras naciones europeas.
Con este objetivo los ingleses, en alianza con los portugueses, y utilizando como base la colonia que estos tenían en el Brasil, intentaron invadir las tierras del Río de la Plata que estaban en posesión del rey de España.
La parte oriental quedaría para los portugueses y Buenos Aires, para Inglaterra. El ataque se llevó a cabo en enero de 1763, pero las defensas estaban preparadas por el gobierno de Ceballos y los invasores fueron totalmente derrotados.
Apenas un año después, en 1764, Francia se apoderó de las Islas Malvinas con la intención de fundar una colonia y poblarla. En 1766 también Inglaterra las ocupó clandestinamente, fundando Port Egmont. España reaccionó ante la presencia de ambas potencias en su territorio y consiguió que los franceses las evacuaran, en 1767, reconociendo la soberanía española. A partir de ese momento España tomó posesión de las islas y hasta 1811 se sucedieron 32 gobernadores nombrados por el Rey, que dependían en lo administrativo, del gobierno instalado en Buenos Aires. Las tratativas para expulsar a los ingleses comenzaron en 1770 y la recuperación se concretó definitivamente en 1774.
El contrabando inglés perjudicaba cada vez más a España. Ésta en 1776 crea el Virreinato del Río de la Plata, con sede en Buenos Aires, con la intención de frenar el avance militar y comercial de las potencias enemigas.
En 1789 estalló la Revolución Francesa. Inmediatamente, Gran Bretaña trató de aprovechar el momento de debilidad de su archi-enemiga, para fortalecerse, e intentó una alianza con España, reconociéndole la soberanía sobre Malvinas si aceptaba la propuesta. El acuerdo no prosperó, pero todos continuaron tejiendo alianzas en la lucha por el predominio mundial, sabiendo que lo más importante era ver “…quién manda en el mar…”.
El comienzo del S. XIX, encontró a Francia aliada con España y a Inglaterra, con Portugal. Luego de varios enfrentamientos navales, llegó la batalla que desniveló definitivamente la balanza. Ésta se desarrolló frente a la costa europea, en Trafalgar, en 1805.
Inglaterra fue la gran vencedora y quedó como “La Reina de los Mares”. España y Francia sufrieron una gran derrota porque ambas quedaron con sus flotas destruidas. Ante la nueva situación, Napoleón intentó seguir construyendo su gran imperio dentro de Europa y decretó un bloqueo continental contra Gran Bretaña para ahogar su creciente industrialización. Ésta, ya con las rutas marítimas despejadas, salió con su poderosa flota a ocupar las colonias de sus enemigas para colocar su producción manufacturada y, en 1806 y 1807, intentó conquistar Buenos Aires. Fracasó con las armas de fuego pero, como son pragmáticos, tenaces y nunca abandonan la presa, continuaron intentándolo con otras armas alternativas como la diplomacia, el libre comercio y los empréstitos, que son mucho más eficaces aunque no tan rápidos. Ellos también saben esperar hasta que la fruta madura.
Dentro del Virreinato del Río de la Plata los enfrentamientos fueron cada vez más visibles: en el plano político, por el sometimiento de la corona; en el económico, porque el contrabando inglés afectaba muchos intereses, y en el cultural, porque nuevas ideas impregnaban a la sociedad. Napoleón invadió España en 1808 y ésta, en total decadencia y con su flota menguada, no pudo abastecer regularmente sus colonias. Las revoluciones estallaron en toda América y el 25 de Mayo de 1810 en Buenos Aires comenzó un proceso que culminó con la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 9 de julio de 1816.
Felix Luna en Historia Integral de la Argentina dice “Gran Bretaña ‘Reina de los Mares’ alentaba todas las guerras y respaldaba todos los acuerdos, a cambio de expandir su imperio y convertirse en la primera potencia mundial.”
El largo proceso de la guerra de la Independencia agotó los recursos humanos y económicos de nuestra región y profundizó los enfrentamientos y las divisiones internas. En ese momento, Malvinas era un tema olvidado por los gobiernos criollos. Los barcos balleneros Ingleses, franceses y norteamericanos aprovecharon para pescar indiscriminadamente en la zona.
En 1820 comenzó la etapa de las Autonomías Provinciales, en la cual las “provincias desunidas” intentaron “salvarse” cada una por su cuenta. Buenos Aires era la única provincia próspera porque contaba con las estancias, los saladeros y la aduana; importantes fuentes de recursos que no compartía con nadie. Ese mismo año el gobierno porteño envió al comandante David Jewitt a las Malvinas para que asumiera la comandancia de las islas. En 1824, concretó el empréstito solicitado a la Baring Brothers.
En su libro Política Británica en el Río de la Plata, Raúl Scalabrini Ortiz cita al vizconde Chateaubriand, quien dice: ‘’…de 1822 a 1826 diez empréstitos han sido hechos en Inglaterra en nombre de las colonias españolas […] Al fin de cuentas Inglaterra ha desembolsado una suma real de 7.000.000 de libras, pero las repúblicas españolas han quedado hipotecadas en una deuda del monto de 20.978.000 libras […] Resulta de estos hechos que en el momento de la emancipación las colonias españolas se volvieron una especie de colonia inglesa.”
Felipe Pigna en su libro Los Mitos de la Historia Argentina, agrega: “El funcionario [inglés] traía la misión de firmar un ‘Tratado de Libre Comercio y Amistad’ cuyo texto era idéntico al impuesto […] a todas las ex colonias de Hispanoamérica que ambicionaban ser reconocidas como nación. Este tratado, impuesto por Inglaterra como requisito previo para el reconocimiento de nuestra independencia y firmado el 2 de febrero de 1825, sellará el
destino del país como una nación dependiente de una nueva metrópolis que le asignó un papel inamovible en la división del trabajo que imponía al mundo: el de simple productor de materias primas y comprador de manufacturas’’
Agravando la situación, en 1825 Brasil le declaró la guerra a nuestra nación, cuya principal consecuencia fue la independencia de la Banda Oriental en 1828.
Nuestros Estados Provinciales, cada vez más exhaustos, entraron en una profunda crisis económica y política que agudizó los enfrentamientos entre Unitarios y Federales. Cada uno tratando de imponer un modelo de país acorde a sus intereses.
El 10 de junio de 1829 se creó la Comandancia Política y Militar de las Malvinas y se nombró a Luis Vernet gobernador. Éste comenzó la colonización de las mismas y además restringió la pesca indiscriminada que se estaba llevando a cabo. Inglaterra, que ya tenía planes de usurpar las islas, protestó ante el gobierno de Buenos Aires por el nombramiento.
Sabemos que apropiarse a bajo costo de la mayor cantidad posible de recursos y utilizarlos para el propio beneficio es condición sine qua non para lograr un desarrollo industrial, comercial y financiero acelerado.
Las islas eran una muy importante fuente de pieles de foca y de grasa de ballena. Como ya mencionamos, Inglaterra Francia y Estados Unidos venían explotando estos recursos clandestinamente desde varios años atrás. Este era un gran negocio y no estaban dispuestos a perderlo. Conocían todas nuestras dependencias y debilidades y sabían que las islas estaban totalmente desprotegidas y sin posibilidad real de auxilio. Utilizarían cualquier excusa para apropiarse de ellas.
La oportunidad llegó cuando, en 1831, Vernet detuvo a tres barcos balleneros de bandera norteamericana que estaban cargando pieles de focas clandestinamente; a partir de allí se desencadena un conflicto que culmina el 3 de enero de 1833, cuando Gran Bretaña se apodera de las islas de forma ilegal y por la fuerza, expulsando a nuestra población y a las autoridades argentinas establecida legítimamente, e implantando las de ellos.
En estos momentos, Gran Bretaña se encontraba a las puertas de su período de mayor esplendor: la llamada ’Era Victoriana’’, que excede el mandato de la reina Victoria (1837-1901). Con el gran impulso de la segunda etapa de la Revolución Industrial, se consolidó como la gran potencia militar y económica del mundo y extendió sus colonias por todos los puntos del planeta, ya fuera mediante los cañones, la diplomacia o el
comercio.
Por supuesto Latinoamérica no quedó al margen en esta coyuntura internacional. Nuestra soberanía siguió siendo atacada por dichas ambiciones. En 1838 los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires y ocuparon la isla Martín García; dos años después se firmó la Convención Mackau–Arana, dando así por terminado el conflicto. La flota franco-británica, aliada para exigirnos el libre comercio, penetró con sus naves mercantes por el río Paraná y el 20 de noviembre de 1845 enfrentó las defensas rioplatenses organizadas en la Vuelta de Obligado, donde murieron 250 criollos defendiendo nuestros derechos. Además, nuevamente, bloquearon el puerto de Buenos Aires por varios años.
Para finalizar diré que podemos citar muchos otros ejemplos, porque las diversas agresiones a nuestra soberanía continuaron hasta nuestros días. Algunos gobiernos nacionales cedieron y otros intentaron ponerles freno. Ellos priorizan sus intereses; tendremos que preguntarnos cuáles priorizamos nosotros.